El Monumento

Ambón de Subirachs

El ambón de Poblet (1985), obra de José M. Subirachs (1927-2014), es fruto de la reforma del presbiterio de la iglesia abacial siguiendo los nuevos principios litúrgicos emanados del Concilio Vaticano II, que, junto con el altar y la sede, reclamaban un sitio para la proclamación de la Palabra de Dios.

  • Subirachs representó, con su particular lenguaje de tanta fuerza expresiva, un símbolo trinitario, muy apreciado por los constructores cistercienses del siglo XII.
  • A pesar de su lenguaje innovador, Subirachs es fiel a los principios geométricos básicos que guiaban a los antiguos monjes constructores: líneas muy simples, de mucha fuerza, que quieren expresar la intersección entre el inmaterial y la materia, entre Dios, realidad inefable, y el hombre, que se expresa con la palabra. Un Dios que se hace Palabra.
  • El Creador de las cosas visibles e invisibles está presente en todas partes con su mirada, una mirada que nos ayuda a descubrir el verdadero sentido de la realidad. El Espíritu, representado con el símbolo tradicional de la paloma descendiendo sobre el Hijo, es el aliento divino que todo lo vivifica con su fuerza transformadora y santificadora, principio de la creación y de la recreación de todo en Cristo, el Hijo, la Palabra crucificada. La cruz, plantada en el suelo, que emerge de la tierra, como la naturaleza humana del Hijo, es el punto de encuentro, en el seno fecundo y acogedor del Espíritu, de la humanidad y la divinidad. El punto donde la mirada divina —el ojo escrutador— se convierte en Palabra tierna de amor y de compromiso, esta Palabra que debemos proclamar «a tiempo y a destiempo» (cf. 2 Tm 4,2), y debemos hacerlo «con nuestra lengua», como reza la inscripción lateral.