La villa romana articulaba sus estancias en torno a un patrio central o atrio porchado. Un espacio alegre y luminoso, práctico para recoger el agua de la lluvia, y que, sobre todo, daba sentido y unidad a la domus, a la casa.
- Los monasterios, ya desde el románico, se organizan siguiendo este plan. El claustro comunica y articula los principales espacios de la vida regular: la iglesia, la sala capitular, la sala de monjes o scriptorium, el calefactor, el refectorio, la cocina y el ala de los hermanos conversos.
- El de Poblet fue comenzado en el siglo XII (ala románica junto a la iglesia) y continuado y terminado a lo largo del siglo XIII. Sigue en su decoración las pautas de pureza y sobriedad establecidas por la Orden Cisterciense: capiteles y ménsulas con decoración de motivos vegetales o geométricos.
- Delante del refectorio hay un templete con una fuente destinada a las abluciones de los monjes, pero también con un valor simbólico muy fuerte, junto al jardín: plantas y agua para evocar el paraíso donde el hombre vivía en plena comunión con su Creador y con los demás seres creados.
- Junto a la iglesia, está el armarium, el lugar donde se guardaban los pocos libros que necesitaba la comunidad para celebrar la liturgia y para la lectura de los monjes. Y el largo banco corrido, adosado al muro de la iglesia, donde se tenía y se tiene la lectura de la Colación (una lectura espiritual en voz alta) antes de la plegaria de Completas, la última del día.