EN EL SEGUNDO PISO DE LA TORRE adyacente a la antigua enfermería, hoy noviciado, la llamada torre de «los locos» o de la enfermería, se encuentra la pequeña capilla del noviciado, dedicada a la Dormición de la Bienaventurada Virgen María. El iconógrafo chileno Juan Francisco Echenique, que durante unos años impartió cursos de iconografía religiosa en el monasterio, pintó en 2005, según los cánones bizantinos, con pintura al temple de huevo, la impactante escena de la Dormición de María , que aún lo resulta más por la forma del espacio. El oratorio fue bendecido el día 6 de agosto de 2006, fiesta de la Transfiguración del Señor, por el párroco de Ulldemolins, Mn. Juan Roig y Montserrat, en presencia del P. Abad José Alegre y de un buen grupo de monjes. Durante la liturgia, de gusto bizantino, se cantó el himno Akáthistos a la Virgen.
- El icono de la Dormición de la Virgen María apunta al carácter mortal de la madre de Jesús, a su plena humanidad y, por tanto, también a su muerte real. La presencia de Cristo en su cabezal indica que también ella tenía necesidad de la redención, y que su veneración en la Iglesia se debe exclusivamente a su relación con Jesús. Ésta es la enseñanza del icono transmitida por la tradición de la Iglesia: la muerte, las exequias, la resurrección y la asunción de la Santísima Virgen en brazos de su Hijo, son también las etapas que cada discípulo de Cristo debe reproducir y experimentar, como ella, que, a los pies de la cruz, se convirtió en su primera discípula.
- Notamos en primer lugar la composición de la escena en forma de cruz: un eje horizontal —el cuerpo de María tendido sobre el lecho mortuorio— y un eje vertical —Cristo, llevando en brazos el alma de la Virgen. Un eje prolongado por unos círculos concéntricos llevados por dos ángeles, hacia lo alto, con María sentada en el centro, pronta a entrar en la gloria del cielo. Y en lo más alto del cielo de lapislázuli con estrellas de oro, las puertas abiertas del Paraíso, dispuestas para acoger a la Toda Santa: «Por Eva se cerraron a los hombres las puertas del paraíso, y por María Virgen han sido abiertas de nuevo, aleluya», cantamos en las primeras vísperas de la solemnidad de la Asunción.
- Conocemos dos iconos en los que María aparece reclinada sobre un lecho de color púrpura: la de la Natividad, en la que yace para dar la vida a Aquel que es la Fuente de la Vida; y la de la Dormición, esto es, la de su nacimiento a Aquel que es la Fuente de la Vida.
- Este icono nos hace contemplar por tres veces a la Virgen María: en el lecho mortuorio, llevada como en un trono en brazos de su Hijo y su Dios, encerrado en una mandorla y rodeado de ángeles y un querubín, y sentada como reposando en el seno de la presencia trinitaria, en el centro de tres círculos concéntricos, los mismos que más arriba indican el cielo.
- En el primer plano vemos a la Santísima Virgen dormida serenamente en su lecho de muerte —«Yo dormía, pero mi corazón velaba» (Ct 5,2)— rodeada de los apóstoles, once —según la tradición Tomás no estaba presente —. Dos de ellos están llegando como de los confines de la tierra, para reunirse en torno a la Toda Santa. También están Pablo, dos santos obispos —quizás Santiago, el hermano del Señor, primer obispo de Jerusalén, y Dionisio el Areopagita—, los primeros obispos de la Iglesia, llevando el evangeliario —«Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1,45)—, y dos ángeles ceroferarios. Es una escena de velatorio fúnebre —los presentes la rodean y la contemplan con un punto de tristeza y de admiración—, pero tiene también un carácter de asamblea litúrgica: hay un cirio encendido en primer plano, y el apóstol Pedro llevando el incensario.
- Por lo común en los iconos contemplamos a María llevando a su Hijo en brazos; aquí, sin embargo, es el Hijo quien lleva en brazos a su Madre, como un recién nacido, simbolizando el nuevo nacimiento en Cristo de María. El nacimiento de María a la vida, a la Vida para siempre del cielo, pasa pues por la mediación de su Hijo, Autor de la Vida: «Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida» (1C 15,22-23). Es a través de esta mediación que María es conducida por los ángeles al trono del Rey de la gloria: «La llevan ante el rey, con séquito de vírgenes, la siguen sus compañeras: las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real» (Sal 45,15-16).
- El conjunto evoca también un barco, la nave de la Iglesia —María figura de la Iglesia— con el palo mayor, que es Cristo, y Pedro y Pablo, la proa y la popa del barco: la Iglesia, en cuyo seno todos, como María, renacemos a la Vida por la victoria pascual de Cristo. Toda la escena tiene lugar a cielo abierto bajo un manto de estrellas. Los edificios del fondo pueden representar Jerusalén, la santa Sión, y quizás el Cenáculo, el lugar tradicional del trance de la Virgen.
- En el tiempo litúrgico después de Pentecostés, celebrada apenas la fiesta de la Transfiguración (6 de agosto), la fiesta de la Dormición nos dice que la Gloria del Hijo se propone igualmente a los hijos del Padre. El Espíritu que unió la divinidad a la carne de María, nos manifiesta, en este misterio de la Dormición, que hoy une nuestra humanidad mortal a la divina humanidad del Hijo. La Virgen María nos precede, se anticipa, es el icono de nuestro nuevo nacimiento.