Comunidad monástica

Vida monástica

Tú también, si nos haces gustosamente partícipes del don que has recibido de lo alto a los que convivimos contigo, si entre nosotros te muestras siempre servicial, afectuoso, agradecido, tratable y sencillo, puedes estar seguro que tendrás en nosotros testimonio de que exhalas delicados perfumes. Este hermano es en el seno de su comunidad como aroma en el aliento de la boca. (San Bernardo, Sermón sobre el Cantar de los cantares XII,5)

Alejandro de Laborde, en su «Voyage pittoresque et historique de l’Espagne», captó así un momento de la vida cotidiana de la comunidad durante los primeros años del siglo XIX.

La comunidad hoy

La vida de los monjes no ha variado en lo esencial desde que san Benito estableció sus pautas en su Regla (s. VI), y después los monjes cistercienses hicieron una nueva relectura de ella (ss. XI y XII). Los puntos fundamentales son los mismos: la oración con la lectura orante de la Biblia (lectio divina), la vida fraterna y el trabajo. Sin embargo, como lo hicieron ya en su momento los padres cistercienses, estamos obligados a releer cada día el texto de la Regla para aplicarla a nuestra vida concreta de monjes del siglo XXI. En este sentido, junto a la Regla, están las Constituciones, que procuran adaptarla a cada tiempo y que, cuando es necesario, se modifican, mientras que el texto de la Regla no se toca.

«Ofrezcamos, entonces, alabanzas a nuestro Creador “por los juicios de su justicia” en estos tiempos, esto es, en Laudes, Prima, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas, y levantémonos por la noche para darle gracias.» (Regla de san Benito 16,5).

El acceso a la comunidad

Para entrar a formar parte de la comunidad es necesario seguir unas etapas. Quien se siente llamado a compartir nuestra vida mantiene un primer contacto con la comunidad a través de la hospedería del monasterio. El maestro de novicios será el monje encargado de orientar su inquietud durante todo el proceso de su integración. Cuando parece oportuno, el candidato ingresa en la comunidad, donde pasará un primer año, que se llama postulantado, destinado a familiarizarse con las costumbres de la casa y su nueva vida. También la comunidad, durante este año, tiene la oportunidad de conocer y valorar la idoneidad del postulante. Una vez ha sido aceptado por la comunidad, que deberá votar en escrutinio secreto, el postulante recibe el hábito cisterciense en una ceremonia íntima en la sala capitular y empieza los dos años de noviciado, dedicados al estudio de la Regla y a su formación espiritual. Pasados ​​estos dos años, es sometido de nuevo al escrutinio de la comunidad, y si es aceptado, se le admite a realizar la profesión temporal, por tres años, y comienza la etapa del juniorado, dedicada a la profundización de su formación. Si supera esta etapa, que puede prolongarse durante un tiempo superior a los tres años, será admitido a realizar la profesión solemne, su compromiso definitivo con la comunidad, de la que, a partir de ahora, formará parte con pleno derecho.

«No se reciba fácilmente al que recién llega para ingresar a la vida monástica, sino que, como dice el Apóstol, “prueben los espíritus para ver si son de Dios”. Por lo tanto, si el que viene persevera llamando, y parece soportar con paciencia, durante cuatro o cinco días, las injurias que se le hacen y la dilación de su ingreso, y persiste en su petición, permítasele entrar, y esté en la hospedería unos pocos días.» (Regla de san Benito 58,1-4)