Comunidad monástica

Mater Cistercii

A SANTA MARIA DE POBLET

Ave, del mar pura estrella,
Madre de Dios Sempiterno;
tú, Virgen siempre y doncella,
fúlgida puerta del cielo.

«Ave», el saludo del ángel,
claro, María, recibes;
«Eva» lo cambias por «Ave»,
paz duradera consigues.

Libra de penas al reo,
brilla en los ojos del ciego:
luz en la noche y consuelo,
bien, suavidad y sosiego.

Madre te muestras del pobre,
pronta a tu Hijo intercede,
Dios que de ti hecho hombre
gracia y merced nos obtiene.

Virgen, de todas más digna,
suave, sencilla y dispuesta,
viéndote a ti, nuestra vida
se hace más casta y honesta.

Pura la vida tendremos,
recto el camino y seguro,
gozo sin fin hallaremos
junto a Jesús que es tu fruto.


Oh Dios,
que has elegido a la bienaventurada Virgen María,
excelsa entre los humildes y los pobres,
Madre del Salvador,
concédenos que,
siguiendo sus ejemplos,
podamos ofrecerte una fe sincera
y poner en ti la total esperanza
de nuestra salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Imagen de alabastro que preside el retablo mayor de la iglesia abacial, obra de Damián Forment (s. XVI). El templo está dedicado a la Virgen María con el título de la Asunción, pero aquí la representaron en el misterio de su maternidad virginal.
Imagen de la Virgen de terracota (s. XVIII), que da la bienvenida a los visitantes de Poblet desde la primera puerta del recinto, la llamada puerta del reloj.

La Salve cisterciense en un antifonario del siglo XIII conservado en Poblet. Subrayamos dos aspectos del texto primitivo de esta antífona mariana, que formaba parte del Oficio Divino antes de convertirse en un canto independiente a la Virgen María: «Salve regina misericordiæ», y al final, «o dulcis Mariæ»; es decir, se omiten las palabras «Madre» y «Virgen». Los monjes de Poblet la cantamos cada día, después de Completas, a oscuras, con sólo tres velas encendidas sobre el altar.

SALVE, REGINA,
Mater misericordiæ:
vita, dulcedo,
et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules, filii Evæ;
ad te suspiramus,
gementes et flentes
in hac lacrimarum valle.
Eia, ergo, advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos
ad nos converte;
et Iesum, benedictum
fructum ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, o pia,
o dulcis Virgo Maria!

DIOS TE SALVE,
Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura
y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos
los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos;
y después de este destierro,
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh, clementísima, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!